martes, 13 de julio de 2010

¡¡Sin tacos por favor!!

El otro día fui en busca de botas, pero no cualquier bota. Tenían que ser cómodas, de buen precio y sobre todo no debían tener taco, ni poco, ni mucho, nada de nada, mi exigencia era que fuesen planas.

Llegue al centro a eso de las 3:30 de la tarde del sábado y para mi mala suerte, estaba lleno, mujeres, niños llorones, hombres con cara larga todos en busca de la oferta del día. Me metí a cuanta tienda con zapatos se me cruzo pero nada, o muy caro o, con tacos.

Que les pasa a los creadores de calzados, ya se les esfumo la idea de crear un zapato cómodo y para mujeres “poco exigentes” como yo.

Y así estuve buena parte de la tarde en busca de aquel calzado perfecto que me abrigara en esos días de lluvia o frío. El paseo parecía complejo, porque a cuanto lugar entraba me asfixiaba la muchedumbre, de repente de entre la multitud lo vi, era él, maravilloso, pleno, estaba tranquilo posando en la vitrina de aquella tienda, me acerque lento, no quería asustarlo, y mientras avanzaba a su encuentro tuve una lucha compleja con una botas bucaneras de taco alto la oferta era agradable pero mi decisión fue irrefutable cuando me di cuenta de ese taco horrible que te amenaza con juanetes para la eternidad. Seguí mi camino y cuando estaba por tomarlos viene una mujer muy robusta los toma con poca delicadeza, los manosea, los huele, les toma el sabor, les mira el precio, parece que le convencen, hasta que pregunta al vendedor en tono agresivo: ¿TIENE EN NUMERO 40?, a lo que el tipo le responde: NO, ES LO ULTIMO QUE NOS QUEDA.

No puede ser, enseguida por mi mente pasaron todas las preguntas del mundo, y, ¿si el número es menor? o peor aún, ¿si se les perdió el par? o ya está guardada para otra compradora “poco exigente” como yo.

Me arme de valor, me acerque a la bota de verde pálido con punta blanca y sin taco, el precio era maravilloso, y el número… era a mi calce perfecto 38. –Señor- le digo al vendedor- ¿Me trae el otro par?, enseguida me responde en tono angelical.

Todo se complementa, la música de una tienda cercana, la gente indiferente que pasa, yo con mi bolsa que lleva el triunfo de la tarde, el sol se asoma por entre las nubes un rayo de luz cae sobre mi cabeza parece una escena de una película de cine arte.

Fue una travesía complicada lo debo aceptar, pero valió la pena las seis horas y media en que me volví casi loca por encontrar aquel hermoso y delicado espécimen y todo por ser una compradora “poco exigente”.

Por: Yaz Valenzuela

2 comentarios:

ladoña dijo...

jajajaja...a mi me pasó lo mismo pero buscaba botaz que me dejaran con juanetes jajajja...

Anónimo dijo...

yo tambien soy poco exigente... tatillas a 5 mil y en el super!!!
atte.
Cabra cuñá!!!

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