jueves, 14 de octubre de 2010

TRISTE FELICIDAD

Estamos felices. Anoche terminaron de salir con vida los 33 mineros que desde el 5 de agosto estaban atrapados en la mina San José. No puedo hablar de todo lo que sucedió desde el día del derrumbe hasta ayer. Nunca me importó –y ahora tampoco- cómo se vestían, qué hacían las familias día a día mientras esperaban verlos de vuelta o qué comían en el campamento Esperanza. Menos me importaba saber si hubo peleas o si había algunos que se llevaban mal. Lo que me interesaba era que los rescataran con vida lo antes posible. Afortunadamente, ellos ya están en la superficie y pueden reencontrarse con sus seres queridos. Estos hombres son un ejemplo de resistencia, empuje, aguante y corazón. No es raro: para ser minero hay que tener unos huevos tremendos…
Sin embargo, esta felicidad que nos envuelve no puede dejar en el olvido que esta situación se produjo debido a la irresponsabilidad de los dueños de la mina, Marcelo Kemeny y Alejandro Bohn, y también de los entes fiscalizadores.
Lo que sucedió el 5 de agosto pasado no fue un imprevisto. Desde hace tiempo los trabajadores venían reclamando que la compañía San Esteban –propietaria de San José- no cumplía con las condiciones mínimas de seguridad y que en cualquier momento se podía producir una tragedia. Muchos le comentaron a sus familiares que temían ir a la mina, pero el deber de alimentar a sus hijos los obligaba a correr los riesgos.
Un mes antes del derrumbe, el trabajador Gino Cortés sufrió la amputación de su pierna izquierda por la caída de un planchón de roca. Fue uno de los tantos accidentes ocurridos en esta mina, que ya registraba dos muertos. Eso, sumado al fallecimiento de Fernando Contreras en la mina San Antonio, vecina a San José y también perteneciente a la compañía San Esteban.
Si bien éste es un caso extremo, tampoco es muy ajeno a la realidad que se vive en las otras minas del país. Pese a los miles de millones que la industria genera como ganancias, en la mayoría de los casos los trabajadores no tienen las condiciones mínimas de seguridad. Somos el principal productor de cobre del mundo, pero tuvimos que pedir maquinarias extranjeras para el rescate. Eso habla por sí mismo de la importancia que le damos a la protección de los obreros.
Insisto, estamos contentos porque esta historia cerró su capítulo principal con un final feliz. Vendrán entrevistas, invitaciones a programas y el circo continuará. Sin embargo, esta alegría no debe tapar la realidad. Esta situación tiene que servir para realizar de inmediato una fuerte fiscalización que permita que los mineros de todo el país puedan trabajar en condiciones un poco más dignas. Lucharemos por eso. Y como en El Mal Menor no olvidamos, nos encargaremos también de que los dueños de la mina San José paguen por su irresponsabilidad. Al menos, estaremos atentos para recordar esta historia y escribir como corresponde su capítulo final.
Por Víctor Parra.

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