sábado, 27 de octubre de 2012

YO SÍ VOTO... ¡PERO NULO!

Tengo claro que mi voto no modificará las cosas. Tengo claro que lo único que hacemos es elegir entre un par de opciones impuestas tras reuniones entre cuatro paredes. Tengo claro que eso no es una real participación ciudadana. Y, por supuesto, tengo claro que mi voto no cambiará la vida de millones de chilenos que claman por una situación más digna, con mayores oportunidades y menos injusticias e inequidades. Sin duda, lo que se necesita es romper las estructuras actuales y generar nuevas conciencias.

Sin embargo, en estos momentos las decisiones las toman las autoridades y los espacios de participación ciudadana que existen son casi nulos. Teniendo en cuenta este contexto, creo que a través de las urnas podemos dar pequeños pasos hacia adelante. Así como también podemos dar grandes pasos hacia atrás.

No es lo mismo alguien que está a favor del matrimonio homosexual que alguien que lo rechaza tajantemente. No es lo mismo alguien que quiera subirle los impuestos a las utilidades de las grandes empresas que alguien que apoye el negociado de éstas. No es lo mismo alguien que luche por la nacionalización y renacionalización de los recursos naturales que alguien que quiera explotarlos sin medida en pos de beneficios inmediatos. Y puedo seguir con la lista infinitamente.

Lamentablemente, lo único que vemos en las campañas son caras sonrientes... apestosas, pero sonrientes. Las pocas propuestas que existen casi siempre hablan de puras generalidades: “quiero una familia feliz”, “quiero menos delincuencia”, “quiero una ciudad más justa y menos contaminada”, etcétera. ¿Me están hueveando? ¿Acaso existe alguien que no quiera esas cosas? No me vengan con cuentos, lo que yo busco es saber cómo diablos van a conseguir esos objetivos y qué medidas tomarán durante su gestión para lograrlos. De eso, poco y nada vemos.

Por esta razón, y pese a que apenas cumplí 18 años me inscribí en los registros electorales, la gran mayoría de las veces me he visto en la obligación de anular. Algunos pensarán que me estoy contradiciendo, pero no es así. Si bien mi argumentación se basa en apostar al mal menor con el fin de dar pequeños pasos hacia adelante, yo tampoco regalo tan fácil mi voto y al menos exijo que me den propuestas concretas que me hagan creer que vamos en esa dirección.

Muchos detractores del actual sistema llaman a no votar. Lo entiendo totalmente, pero no lo comparto. Creo que si nadie nos identifica, el mejor camino es anular, porque a la hora de los análisis, la abstención tendrá mil explicaciones: flojera, pasividad, descontento, que estuvo mal que el voto fuese voluntario, que las personas son poco participativas, que prefieren salir de vacaciones, que no existe conciencia cívica, etcétera. Además, servirá de argumento para no permitir plebiscitos, referéndums y cualquier otra fórmula similar.

En cambio, si anulamos el voto, estamos manifestando que sí nos interesa expresarnos, que sí nos interesa hacer sentir nuestra voz, que sí nos interesa participar de la toma de decisiones y que sí nos interesa la política, pero que en realidad nadie nos representa. En pocas palabras, el voto nulo es claramente una muestra de descontento. No existe otro análisis.

¿Qué pasaría si, pese a que el voto es voluntario, fuésemos en masa a las urnas y la gran mayoría de los votos fuesen nulos? ¿Se imaginan ustedes el impacto que eso generaría? Ahí sí que les temblaría el piso. Al menos en términos de imagen. Y la verdad es que yo quiero que se escuche con fuerza mi enorme repudio a la clase política actual y que no se confunda mi opción con otras explicaciones. Por eso YO SÍ VOTO... ¡PERO NULO!


Por Víctor Parra.

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