lunes, 15 de octubre de 2012

¡Que los dueños de la mina paguen su irresponsabilidad!



¿Y qué pasó con Alejandro Bohn y Marcelo Kemeny, los dueños de la compañía minera San Esteban? A dos años del rescate de los 33 trabajadores que estuvieron más de dos meses atrapados bajo tierra, los principales responsables de esta situación se encuentran completamente libres y sin brindarle ninguna ayuda a los afectados por el derrumbe.
Como ya es costumbre en nuestro país, la única sanción que se les ha aplicado hasta el momento es una compensación económica por los gastos en que incurrió el Estado para poder salvar con vida a los mineros.
Esto se debió a un acuerdo entre el Consejo de Defensa del Estado (CDE) y los propios dueños de la mina, Alejandro Bohn y Marcelo Kemeny, a través del cual la compañía sólo tendrá que pagar 5 millones de dólares, es decir, menos de la mitad de la cantidad por la cual fueron demandados (10,3 millones de dólares) y la cuarta parte del costo en que incurrió el fisco para rescatar a los trabajadores (22 millones de dólares). De ese dinero, obviamente nada llegará a los mineros, los verdaderos afectados con la catástrofe ocurrida el 5 de agosto de 2010.
Tal como lo dijimos hace dos años, lo que sucedió ese día no fue un imprevisto. Desde hace tiempo los trabajadores venían reclamando que la compañía San Esteban –propietaria de la mina San José- no cumplía con las condiciones mínimas de seguridad y que en cualquier momento se podía producir una tragedia.
Cuando “los 33 de Atacama” quedaron atrapados, la firma registraba ya tres accidentes con consecuencias fatales. Además, un mes antes del derrumbe, el trabajador Gino Cortés sufrió la amputación de su pierna izquierda por la caída de un planchón de roca.
“ES UNA VERGÜENZA”
No es la primera vez que estos empresarios logran acuerdos económicos para evitar la prisión. El 4 de febrero de 2008, Kemeny y Bohn fueron formalizados por cuasidelito de homicidio por la muerte de Fernando Contreras, quien  manejaba un camión en una de las galerías cuando la cabina del vehículo fue aplastada por un desprendimiento de rocas. Según la querella de los familiares de la víctima, en el sector del accidente ya se habían producido derrumbes y los sistemas de comunicación para emergencias no estaban funcionando, así como tampoco los implementos de rescate. En aquella ocasión, los dueños de la compañía San Esteban pagaron 90 millones de pesos para poner fin al juicio.
Tras conocer el acuerdo con el CDE, Mario Sepúlveda, uno de “los 33 de Atacama”, expresó su indignación. “Es una vergüenza que este país, con la imagen que tiene a nivel internacional, no dé un castigo ejemplar para asesinos como estos hueones que en estos momentos deben estar cagados de la risa. Lo más probable es que Alejandro Bohn y Marcelo Kemeny estén cagados de la risa. Si estos hueones son ladrones y estudiaron para robar plata. Ellos van a pagar y van a seguir asesinando trabajadores”, afirmó en una entrevista concedida a radio Digital FM.
A dos años del rescate, continúan las celebraciones y homenajes. El Presidente de la República, Sebastián Piñera, y el ministro Laurence Golborne siguen sacando un provecho político de la situación. Sin embargo, los trabajadores afectados por el derrumbe viven las consecuencias de esa tragedia, padeciendo problemas psicológicos, de salud e, incluso, económicos. Varios han tenido que volver a trabajar en la mina, mientras otros aún no se recuperan del trauma que les significó esa experiencia.
CANTIDAD DE ACCIDENTES FATALES
Si bien éste es un caso extremo, tampoco es muy ajeno a la realidad que se vive en las otras minas del país. Entre 2010 y julio de 2012, se han producido 83 accidentes de este tipo en el país con consecuencias fatales.
Pese a los miles de millones que la industria genera como ganancias, en la mayoría de los casos los trabajadores no tienen las condiciones mínimas de seguridad. Somos el principal productor de cobre del mundo, pero tuvimos que pedir maquinarias extranjeras para el rescate. Eso habla por sí mismo de la importancia que le damos a la protección de los obreros.

Por Víctor Parra.


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